Esade, 2 de diciembre del 2011
Señoras y señores:
Muy buenos días a todos y muchas gracias por haberme invitado a participar en este desayuno coloquio, para hablar de la apuesta del Ayuntamiento de Barcelona por la colaboración público-privada.
Esta era una invitación que tenía sobre la mesa a los pocos días de haber tomado posesión como alcalde de Barcelona el 1 de julio. Es una de aquellas intervenciones públicas que me motivan con el fin de poder conducir una gestión eficiente al frente del Ayuntamiento de Barcelona en tiempos difíciles.
Desde el 1 de julio ya hemos cumplido los cien días de gracia al frente del gobierno de la ciudad y hemos presentado recientemente unos presupuestos que son un fiel reflejo de la solvente situación económica del Ayuntamiento de Barcelona.
Nuestro presupuesto es también un ejemplo de la necesidad de contención y rigor en las finanzas públicas (con criterios del Sistema Europeo de Cuentas) en unos momentos que nos acercan nuevamente a la incertidumbre económica.
El martes aprobamos inicialmente estos presupuestos para el año 2012, unos presupuestos de contención inversora, como decía, pero que ponen un claro acento en el impulso de las políticas sociales (que aumentan un 7%) y la reactivación económica.
La situación en que nos encontramos en estos momentos todas las administraciones públicas, la describía muy bien Paco Longo hace unos días en un artículo en La Vanguardia:
«Imaginemos a un adulto que, después de décadas de sedentarismo, exceso de peso y despreocupación por su estado físico, tiene un problema grave de salud. Para cuidarlo, los médicos le imponen una dieta drástica que lo tiene deprimido, confuso e irritado. Así se siente hoy la Administración pública, sometida a un duro régimen de recortes presupuestarios, retributivos, de personal, que chocan abiertamente con sus tradiciones e inercia, bastante más relajada. En el caso de nuestro afligido obeso imaginario, los males que lo trastornan no nacen de la dieta, sino precisamente de su peripecia vital interior».
Yo mismo utilicé una metáfora similar en mi libro, Barcelona vista per un metge (Barcelona vista por un médico), del año 2010. En aquellas páginas hacía un diagnóstico y ofrecía unas primeras recetas sobre la situación en que se encuentra Barcelona. En relación con esta situación de obesidad, arritmia cardiaca, saturación arterial y consecuente disfunción de los órganos básicos que afectaban imaginariamente al Ayuntamiento y la ciudad de Barcelona, en el libro decía:
«Se apunta la necesidad de un cambio y de asunción de riesgos, una modificación general de la actitud, un cambio global de cultura. Toda solución local resultará siempre insuficiente. La moderación tendrá que ser la norma a partir de ahora, y controlar los excesos. Las buenas cualidades que tiene el paciente (Barcelona) parecen estar en suspense, a medio gas. Achaques crónicos, falta de ilusión, de liderazgo y de equipos motivados».
El Ayuntamiento de Barcelona ha iniciado esta etapa de cambio con un gobierno claramente orientado a entender la importancia de disponer de una organización capaz y profesional, liderada por unas personas de gran valía profesional y capacidad de gestión (algunas de ellas nos acompañan hoy aquí), trabajando por un proyecto de ciudad y unos objetivos al servicio de las personas.
Hemos hecho un cambio político en el Ayuntamiento de Barcelona, pero ha sido un cambio tranquilo, apostando por el talento interno de la casa. Es verdad que hemos incorporado a gente nueva, pero también es cierto que hemos mantenido a mucha gente en áreas de gran responsabilidad a nivel gerencial y directivo. Quiero destacar el alto sentido institucional del personal del Ayuntamiento y la colaboración que hemos tenido por parte de todos.
Contra los achaques crónicos y la falta de ilusión proponía, pues, liderazgo y equipos motivados. Dos principios importantes para la gestión, tanto pública como privada, y cuya importancia ustedes conocen sobradamente mejor que yo.
Un ejemplo de esta vocación de liderazgo, espíritu de equipo y motivación la vemos reflejada en la nueva manera que tenemos de entender el Programa de Actuación Municipal, el PAM. Un PAM que no puede existir si no existe previamente una definición de las prioridades y los objetivos políticos del mandato. Un mandato que quiero orientar a dar respuesta a las necesidades de las personas.
Unos objetivos que como alcalde ya he enviado al gerente municipal, que es quien se encarga de establecer la estrategia que se difunde en cascada en toda la organización, hasta el nivel de las actuaciones. Y, por lo tanto, a la necesaria dotación económica de estas, en lo que llamamos presupuesto ejecutivo, que por cierto dispone ya de una nueva oficina creada a tal efecto, la Oficina de Management y Presupuesto Ejecutivo.
La Oficina de Management y Presupuesto Ejecutivo forma parte de esta nueva estructura diseñada en el Ayuntamiento, donde tanto el gerente del área económica y financiera como el gerente municipal, Constantí Serrallonga, tienen el encargo de implantar todos los criterios que corresponden a un modelo de pacto entre la política y la gestión en el Ayuntamiento de Barcelona.
Un pacto entre la política y la gestión que nace con la vocación práctica de aplicación y colaboración público-privada para hacer del Ayuntamiento de Barcelona una organización potente y competitiva, motor de país en unos momentos claves como los actuales. Un proyecto que lideran personas conocidas por ESADE como Jordi Joly y Anna Tarrach.
Estos cambios organizativos los impulsamos con el fin de dar una respuesta efectiva a la crisis económica, y para ver cómo somos capaces entre todos de generar una nueva actividad económica en nuestra ciudad. Y cuando digo entre todos, quiero decir entre todos: Administración, empresa, sociedad civil y entidades del tercer sector, conjuntamente. Todos somos responsables del bienestar y la calidad de vida de nuestros conciudadanos.
Todos sabemos que las herramientas que tenemos en las manos desde la Administración pública son limitadas. La línea tan clara que separaba hace unos años la gestión pública de la gestión privada se está difuminando cada vez más, y pone en evidencia que la interrelación es cada vez más necesaria e intensa. Es por eso por lo que desde el Ayuntamiento apostamos por la excelencia en la gestión pública.
Cuando hablamos de excelencia en la gestión nos referimos, por ejemplo, a simplificar y facilitar al máximo el desarrollo de la actividad económica, comercial y empresarial en nuestra ciudad. Lo estamos haciendo con medidas como el pago a treinta días de nuestros proveedores y con la reducción de los plazos en la resolución de licencias tanto de obras como de actividad.
Estos objetivos los conseguiremos, como decía, mejorando procesos, y permitiendo que contratar con la Administración no sea visto como una manera de hacer negocio a cuenta del erario público, sino porque las empresas y organizaciones de la ciudad participan de la excelencia que queremos promover desde el Ayuntamiento.
Y eso lo haremos, por ejemplo, incorporando procesos de compra pública innovadora, es decir, velando por que las empresas pongan a disposición de la ciudad aquellos desarrollos más innovadores, a la vez que respeten las cláusulas sociales y ambientales establecidas.
Trabajar para el Ayuntamiento, gestionar concesiones municipales o proveer a la Administración local de los bienes y servicios que necesita, tendrá que ser sinónimo de excelencia. Una excelencia que nos tendrá que permitir desarrollar un modelo propio de colaboración público-privada, que sirva a nuestras empresas para exportar, a otros lugares, la provisión de estos servicios innovadores. ¡Si no nos lo proponemos, nunca lo conseguiremos!
La colaboración público-privada que el Ayuntamiento de Barcelona defenderá será aquella que aplique desde el inicio una lógica ganadora (win-win), que ganen las empresas, que gane la Administración, y que ganen, sobre todo, los ciudadanos y las ciudadanas de Barcelona que vean mejorada la calidad de los servicios que reciben.
Esta es la lógica que queremos implantar, por ejemplo, con el nuevo modelo de guarderías que estamos promoviendo. Buscaremos los consensos necesarios con los otros grupos políticos para ofrecer más plazas de guardería en Barcelona, a un precio público, a fin de que más barceloneses y barcelonesas puedan beneficiarse mejor de estos equipamientos.
Las guarderías públicas municipales son un modelo de éxito y equipamientos de mucha calidad, pero no nos podemos permitir que estas ventajas no lleguen a toda la población. Este curso solo hemos podido dar respuesta al 52% de la demanda. El modelo actual de construcción de guarderías solo públicas es insuficiente y de elevado coste de mantenimiento (la construcción de cada escuela cuesta 1,5 millones de euros aproximadamente y el mantenimiento de cada plaza, 7.500 euros al año). A pesar del esfuerzo realizado los últimos años, todavía tenemos un porcentaje muy elevado de demanda no atendida.
Por eso queremos avanzar hacia la universalización, concertando plazas de guardería con el sector privado, que deberá ajustarse a los criterios de calidad fijados en los equipamientos públicos. Nunca tenemos que olvidar que el Ayuntamiento debe buscar las mejores herramientas a su alcance con el fin de optimizar al máximo la administración de los recursos económicos que son propiedad de la ciudadanía.
Por otra parte, el Ayuntamiento ha iniciado una apuesta estratégica en materia de vivienda. El primer programa del nuevo Plan Empenta (plan empuje, 80 millones de euros) se ha propuesto desencallar grandes transformaciones urbanísticas retrasadas por las consecuencias de la crisis inmobiliaria (Can Batlló, La Marina, alrededores de la Vía Augusta y los Cuarteles de Sant Andreu).
Para ello se potenciará la colaboración público-privada (por cada euro municipal se espera movilizar cuatro euros del sector privado). Este nuevo planteamiento no tendría sentido sin una traducción social y un impulso de las políticas sociales para promover vivienda asequible. El programa también contempla ampliar el parque público de vivienda de alquiler o con derecho de superficie y la rehabilitación del parque de viviendas existentes con criterios de eficiencia energética.
La construcción de la ciudad es un proceso en el que los ciudadanos, las organizaciones y las empresas añaden valor al territorio. Ahora, en Barcelona queremos inventar un nuevo modelo de progreso social y económico basado en la sostenibilidad y la autosuficiencia energética. Queremos hacer una apuesta muy clara por un urbanismo y unas infraestructuras que combinen la calidad constructiva con las tecnologías de la información y la comunicación, y su impacto energético y medioambiental.
La ciudad estará más socialmente cohesionada, será más ambientalmente responsable y más económicamente sostenible, si fomenta la producción de recursos desde la propia ciudad. Barcelona entiende el concepto de urbanismo inteligente como una organización que quiere buscar los mejores acuerdos de colaboración con el sector privado con el fin de aplicar las recetas más innovadoras, nuevos modelos de gestión, nuevos productos innovadores y servicios de tecnología, energía e información de acuerdo con las necesidades de la sociedad del siglo XXI. También, desde una óptica de colaboración público-privada, impulsaremos estos acuerdos.
Barcelona quiere liderar el proceso de esta nueva economía e innovación urbana, centrada en el bienestar de las personas.
Por ejemplo, aprovechando el potencial de la Capitalidad Mundial del Móvil, desarrollando servicios de interés para los ciudadanos a partir de la apertura de parte de las infraestructuras TIC municipales, la reutilización de información pública y la provisión de herramientas para facilitar a terceros (empresas, personas o entidades) el desarrollo de aplicaciones móviles.
Hay que evitar siempre que la colaboración público-privada se haga desde posiciones de debilidad por parte del sector público. Este sería un error generador de inseguridad futura. Los que externalizan por falta de autoestima, los que dicen eso de que «la Administración no puede hacerlo porque es un desastre», se arriesgan a que la empresa contratada se aproveche, a la larga, de esta relación de competencias desiguales.
Mecanismos de colaboración público-privada mal entendidos, pueden llevar a la generación de estructuras parapúblicas tanto o más ineficientes que la misma Administración, con el agravante de la pérdida de control democrático por parte de la ciudadanía. Es por eso por lo que defiendo la profesionalización del sector público, es por eso por lo que hacen falta directivos para las organizaciones públicas tanto o más preparados que los del sector privado.
Otra condición para un buen entendimiento de colaboración público-privada es la existencia de un tejido empresarial consciente de su responsabilidad hacia todo aquello que afecta a la sociedad. Una responsabilidad social corporativa no solo orientada al propio trabajo, sino también a la sociedad, la ciudad y el país que acogen estas empresas. Eso es esencial para poder desarrollar acuerdos de colaboración e interrelación entre el sector público y el privado que presente máximas garantías de control, transparencia y competitividad al servicio de los ciudadanos.
Las empresas tienen que ver a la Administración como un buen partner, tienen que identificarla como una organización tan preparada y competitiva como la suya, eso facilitará un clima de confianza mutua. La colaboración público-privada no tiene que ser sinónimo de «complicidad mal entendida». Esta, si existe, solo será fuente de intercambio de favores y, por qué no, también de poder y control privado sobre lo que es un bien colectivo.
Hay que evitar las ampliaciones de concesión interesadas y encubiertas que, desgraciadamente, han formado parte de la manera de hacer del conjunto de las administraciones públicas de nuestro país. La mejora de las concesiones públicas pasa primero por establecer bases bien claras.
La externalización del sector público tiene que existir, hay que reducirla y que solo se dedique a aquellas funciones que le son absolutamente indelegables, pero aun así, nunca, se puede renunciar al control rigurosamente extremo de la ejecución de las concesiones por parte de los actores privados que tienen su explotación.
Esta excelencia que pedimos compartir con las empresas también sirve para las entidades y organizaciones del tercer sector social. Mi apuesta como alcalde de Barcelona es ofrecer unos servicios a las personas basados en la equidad, la proximidad al ciudadano y la definición de una red de utilización pública, como modelo de colaboración público-privada.
En nuestra ciudad cada día hay más personas con necesidades. La realidad de las necesidades sociales de Barcelona supera los balances académicos, que a menudo no incluyen ni la saturación, el estrés, los retrasos, ni las listas de espera de los servicios. A pesar del aumento presupuestario que estamos haciendo en atención social, estamos muy lejos de dar respuesta a las necesidades reales de nuestra ciudad.
Disfrutar de unos servicios de calidad también quiere decir establecer una alianza entre las administraciones públicas, el tercer sector social y la iniciativa privada. Por ese motivo, los poderes públicos, cuando tienen que proveer estos servicios, deben priorizar teniendo en cuenta la aportación que hoy significa el tercer sector social.
El tercer sector tiene que actuar como agente activo generador de riqueza, creador de puestos de trabajo, prestamista de servicios de calidad y eje principal en la atención a las personas. En nuestro caso, queremos potenciar y prestigiar el tercer sector en la ciudad de Barcelona, apostando por la profesionalidad, la acreditación y la evaluación de los servicios que ofrecen.
En momentos de crisis se hace necesario, más que nunca, fortalecer a las entidades sociales, culturales y educativas de la ciudad con programas de apoyo en sus actividades, entre ellas la formación, el asesoramiento y el voluntariado han de tener un papel clave. Dotando a las entidades de contratos-programa que garanticen la prestación continuada de servicios de calidad a los barceloneses y barcelonesas.
Este es nuestro compromiso con las personas de Barcelona, su bienestar y su calidad de vida. Y por eso he querido encontrarme con todos vosotros hoy, aquí.
Nos encontramos ante unos tiempos difíciles que requieren de la máxima responsabilidad por parte de la Administración pública. Ya les he dicho que mi apuesta es por la cultura del esfuerzo, y la excelencia y la eficiencia en la gestión pública. Una gestión que tiene que estar siempre orientada a resultados y, en nuestro caso, al servicio de los ciudadanos y ciudadanas de Barcelona.
Las escuelas de negocio, los institutos de investigación, tenéis la máxima responsabilidad con el fin de ayudarnos a convertir estas visiones políticas y estos mecanismos de colaboración público-privada en herramientas efectivas al servicio de las personas y la excelencia en la gestión.